Aristóteles y la vida virtuosa

La filosofía como puente hacia el veganismo.

“Solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”.

Para Aristóteles, la virtud no es algo innato, sino un hábito que desarrollamos a través de la práctica constante. La felicidad (o eudaimonía, como él la llamó) no es solo un sentimiento de placer o bienestar momentáneo, sino el florecimiento pleno de nuestra vida como seres humanos. Según Aristóteles, alcanzar este bienestar requiere esfuerzo, trabajo y compromiso.

Además, Aristóteles creía que la virtud no podía existir en aislamiento. Somos “animales políticos”, lo que significa que necesitamos una comunidad para florecer. La amistad, la educación y la participación activa en la sociedad son esenciales para construir una vida virtuosa.

Aunque Aristóteles no reconocía derechos intrínsecos en los animales, reinterpretar sus ideas nos puede ayudar a conectar su filosofía con el veganismo: el camino ético del veganismo no siempre es sencillo y no debería recorrerse en soledad. Como personas veganas, necesitamos de nuestra comunidad para compartir valores, apoyarnos mutuamente y llevar nuestro mensaje de compasión a la sociedad para generar un cambio más amplio que beneficie a todos los animales y al planeta.

El veganismo como expresión de la virtud

Desde el enfoque de Aristóteles, el veganismo puede considerarse un camino para desarrollar y expresar virtudes fundamentales, como la compasión, la justicia y la responsabilidad. Estas virtudes no solo nos ayudan a ser mejores personas, sino que también tienen un impacto positivo en otros seres sintientes y en la sociedad.

  • Compasión: El veganismo refleja consideración por los intereses de los demás animales, rechazando su uso y cosificación (ser tratados como cosas).
  • Justicia: Adoptar una postura vegana es una forma de reconocer el valor intrínseco de los animales y rechazar cualquier forma de explotación hacia ellos.
  • Responsabilidad: Tomar decisiones conscientes en nuestra vida cotidiana, como elegir alimentos de origen vegetal o reducir el impacto ambiental de nuestras acciones, es una expresión clara de responsabilidad ética.

Por ejemplo, al elegir productos veganos no solo demostramos compasión, sino que cultivamos el hábito de actuar de acuerdo con nuestros valores. Este compromiso también nos lleva a promover el cambio social, inspirando a otras personas a reflexionar sobre sus propias elecciones.

Reconociendo nuestras limitaciones

Vivir éticamente no significa alcanzar la perfección, y las personas veganas somos conscientes de ello. Sabemos que incluso nuestras decisiones más cuidadosas pueden causar algún daño. Por ejemplo, durante la producción agrícola es inevitable que algunos animales pequeños mueran en las cosechas. Lejos de ignorar este hecho, las personas veganas buscamos soluciones, como para este caso lo sería la agricultura vegánica, que minimiza el impacto en los ecosistemas y los animales.

Desde la perspectiva de Aristóteles, este reconocimiento de nuestras limitaciones no es un obstáculo, sino una oportunidad para seguir creciendo en virtud. No se trata de alcanzar una ética perfecta, sino de esforzarnos continuamente por mejorar nuestras decisiones y reducir el impacto negativo que causamos. Algunos ejemplos prácticos incluyen:

  • Apoyar productos locales o de comercio justo (siempre basados en plantas) para reducir el impacto ambiental y social de nuestras elecciones.
  • Participar en comunidades veganas para compartir conocimientos, aprender y generar un impacto colectivo.
  • Reflexionar sobre dilemas éticos complejos, como el impacto ambiental indirecto de nuestros hábitos de consumo, y buscar alternativas que sean más congruentes con nuestros valores.

Reflexión final

La vida virtuosa, según Aristóteles, no es un estado de perfección, sino un compromiso constante con la evolución. De la misma manera, el veganismo no es solo una elección de vida, sino una forma de cultivar, a diario, valores como la compasión, la justicia y la responsabilidad.

Adoptar el veganismo es una decisión que nos impulsa a vivir de manera más coherente con nuestros ideales. Como dijo Aristóteles, “la felicidad y la virtud requieren esfuerzo”. El compromiso ético no se trata de evitar cualquier error, sino de esforzarnos cada día por actuar con integridad, cuidando de los demás animales, del planeta y de nuestras comunidades humanas.

¿Cómo puedes aplicar estos valores en tu día a día? Reflexiona sobre pequeñas acciones que puedan acercarte a una vida más ética, compasiva y virtuosa. Cada paso cuenta para construir un mundo más justo y amable para todos.

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