8 datos sorprendentes sobre las ovejas 

Muchas personas creen que las ovejas son animales simples, tímidos o que sólo siguen al grupo. Incluso el lenguaje que usamos las desprecia: decimos “tener mente de oveja” para criticar a alguien que no piensa por sí mismo, “oveja negra” para quien no encaja, o “lobo con piel de cordero” para referirnos a alguien falso.

Pero la realidad de las ovejas es otra muy distinta. Las investigaciones científicas muestran que las ovejas tienen una vida emocional y social rica, y que son mucho más inteligentes de lo que pensamos.

El estudio realizado por Lori Marino y Debra Merskin, investigadoras y activistas por los derechos de los animales, fue publicado en la revista Animal Sentience y demuestra que las ovejas sienten, piensan y tienen relaciones sociales complejas.

 Características principales: mucho más que lana y silencio

• Sintiencia:
Las ovejas no sólo están vivas; sienten. Sienten dolor, sí, pero también placer, tranquilidad, miedo, curiosidad. Una oveja puede estremecerse de terror en una situación de peligro, pero también cerrar los ojos de gusto cuando recibe una caricia. Este mundo que compartimos no les es indiferente: lo perciben, lo sufren, lo disfrutan.

• Conciencia y emociones:
Cada oveja es un universo emocional. Cuando una madre pierde a su cría, puede permanecer días buscándola, balando desconsoladamente. Cuando está con su grupo, relajada, puede simplemente estar feliz. Su sufrimiento no es menor que el de un perro, el de un gato o el nuestro. Su alegría, tampoco.

• Socialización:
Las ovejas no caminan solas por elección. Son animales profundamente sociales, que construyen lazos, amistades y hasta rivalidades. Se reconocen, se siguen, se extrañan. Una oveja aislada no solo se siente sola, se siente rota. El aislamiento es un castigo, porque su bienestar emocional depende del contacto con otras.

• Inteligencia adaptativa:
Lejos del cliché de la oveja que sigue sin pensar, ellas aprenden, exploran, resuelven problemas. Pueden encontrar caminos alternativos, recordar rutas, adaptarse a entornos nuevos. Su capacidad de aprendizaje es testimonio de una mente activa, alerta y en constante evolución.

Capacidades cognitivas: la inteligencia que no queremos ver

• Reconocimiento y memoria:
Las ovejas recuerdan. Recuerdan rostros humanos durante años. Saben distinguir entre miembros de su rebaño, incluso si han estado separadas mucho tiempo. Esa capacidad de memoria social sugiere un mundo interior rico, donde el pasado y las relaciones dejan huella.

• Percepción y sensibilidad:
Ven, oyen y sienten de una forma aguda. Pueden distinguir expresiones faciales, tonos de voz, movimientos sutiles. Una oveja puede percibir si estamos en calma o nerviosos, y reaccionar en consecuencia. No son ajenas a nuestro lenguaje corporal; simplemente, no hemos aprendido a interpretar su lenguaje.

• Cognición emocional:
Una oveja puede detectar si otra está triste o angustiada. Y responder. Puede acercarse, permanecer cerca, emitir sonidos suaves. No es instinto vacío: es empatía. Es conexión. La ciencia apenas comienza a comprender la profundidad de este vínculo entre individuos de su especie.

• Autonomía y toma de decisiones:
Cuando se les da la oportunidad, las ovejas eligen: qué caminos seguir, a qué compañeros acercarse, cuándo alimentarse. No son engranajes de un sistema automático, sino sujetos con preferencias, deseos y voluntades. Deciden. Y eso debería bastar para detenernos a reconsiderar la forma en la que nos relacionamos con ellas.

Implicaciones éticas

Reconocer la inteligencia y sensibilidad de las ovejas plantea interrogantes éticas sobre cómo se las trata en la ganadería y la investigación. Urge cuestionarnos por qué tratamos como una máquina de producción, a un ser sintiente.

No solo se las explota por su carne. Para la producción de lácteos —especialmente quesos— es común separar a los corderos de sus madres poco después de nacer, para quedarse con su leche. Esta práctica, habitual en la industria, provoca sufrimiento tanto en las crías como en las ovejas.

En cuanto a la lana, el dolor del trasquilado suele minimizarse y presentarse como un proceso inofensivo. Sin embargo, muchas ovejas resultan heridas, sienten miedo y estrés durante este procedimiento. Además, debido a la selección genética, producen mucha más lana de la que necesitan de forma natural, lo que puede hacer que mueran de calor en verano. (link de esquilado la vida color frambuesa)

Entonces, si tenemos acceso a otros tejidos —más económicos y libres de explotación—, ¿por qué no optar por algodón, cáñamo, bambú o materiales sintéticos reciclados? Y si podemos alimentarnos saludablemente a base de plantas ¿por qué no dejar de usarlas por su carne y lácteos?

Reflexión final 

Las ovejas no son recursos, no son cosas, no son mercancías envueltas en lana. Son seres sintientes, con emociones complejas, recuerdos que duran años y la capacidad de formar vínculos reales. Son madres, amigas, exploradoras, conscientes de sí mismas y del mundo que las rodea.

Si podemos alimentarnos, vestirnos y vivir sin causarles daño, ¿por qué no hacerlo?

Elegir compasión no es un sacrificio: es una oportunidad. Una oportunidad de ver a otros animales como merecen ser vistos: no por lo que nos dan, sino por quienes son.

¿Cómo ayudar a las ovejas?

·       Podemos optar por una alimentación basada en plantas.

·       Digamos no a la lana y a cualquier otro producto de origen animal.

·       Seamos parte del movimiento vegano. Porque cuando muchas personas toman pequeñas decisiones con empatía, se transforma el mundo.

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Referencias:

Marino, L., & Merskin, D. (2019). Intelligence, complexity, and individuality in sheep. Animal Sentience, 4(25), 1. https://www.wellbeingintlstudiesrepository.org/animsent/vol4/iss25/1/