Falacias en torno al veganismo
¿Has escuchado la frase “eso es una falacia”, cuando alguien intenta rebatir un argumento? A veces, se usa como si significara simplemente “mentira”, pero eso no es correcto.
Una mentira es una afirmación falsa, dicha con o sin intención de engañar. Por ejemplo, decir que los animales no sienten es una mentira. Quien lo dice puede estar desinformado o quizá se lo dice a sí mismo para no sentirse mal por participar en su explotación.
Una falacia, en cambio, no es necesariamente una mentira. Se trata de un error en el razonamiento, algo que hace que un argumento parezca válido, aunque en realidad no lo sea. A veces se cometen sin querer, y otras veces se usan a propósito para manipular o convencer sin tener la razón.
¿Por qué es importante conocerlas?
Porque aprender a identificar las falacias nos ayuda a no caer en trampas argumentativas, a no dejarnos manipular, y también a mejorar nuestros propios razonamientos. Nos obliga a ser más honestas y críticas, con nosotras mismas y con los demás. La realidad es que todas somos vulnerables a ser engañadas… y sobre todo, a autoengañarnos.
Las falacias pueden surgir por error, por desconocimiento o como parte de una estrategia para ganar un debate. Es importante hacer una distinción fundamental: ¿qué tipo de discusión estamos teniendo? ¿Queremos encontrar la verdad? ¿O solo demostrar que tenemos razón?
¿Debatimos para buscar la verdad o para ganar?
Aquí entra un tema filosófico interesante. La lógica busca que nuestros razonamientos sean válidos y consistentes. La dialéctica, en cambio, es el arte de dialogar, de discutir ideas. Pero no siempre con los mismos fines.
Por ejemplo, Aristóteles entendía la dialéctica como un método para examinar opiniones verosímiles y acercarse a la verdad. Pero Arthur Schopenhauer, en su obra El arte de tener razón, habla de algo distinto: lo que él llama dialéctica erística. Esta no busca la verdad, sino la victoria en la discusión.
Según Schopenhauer, muchas veces no queremos saber si el otro tiene razón. Solo queremos tener razón nosotras, incluso si eso implica defender ideas equivocadas. Él dice:
“Si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario.”
Por eso, antes de debatir sobre veganismo, puede ser útil aclarar desde dónde partimos. Una buena pregunta inicial sería: “¿Sabes que los demás animales son seres sintientes?”
O bien: “¿Crees que deberíamos respetar sus intereses, como el de no sufrir?”
Si la persona ni siquiera acepta que los animales sienten, es importante mostrarle información científica que lo respalde. Si recurre a comparaciones erróneas (por ejemplo, decir que “las plantas también sienten”), podemos explicarle que percibir no es lo mismo que sentir. Más información.
Si alguien dice que el veganismo es hipócrita porque en la agricultura también mueren animales, podemos responder que ninguna práctica humana es perfecta, pero el veganismo consigue reducir al mínimo el daño evitable. Y que no es cierto que mueran más animales en la cosecha que en los mataderos. Más información.
Algunas falacias comunes en el debate sobre veganismo
Falacia Ad Hominem
Se ataca a la persona en lugar de al argumento.
Ejemplo:
Vegana: – “Las gallinas en granjas pequeñas también sufren al poner huevos.” –
No vegana: – “¡Tú eres de ciudad! ¿Qué vas a saber tú de animales del campo?” –
Aquí no se responde al argumento, solo se desprestigia a quien lo dice.
Apelar a la privacidad
“Es mi vida, no te metas”.
Puede ser una defensa válida en algunos casos, pero si lo que hago afecta a otros seres sintientes, ya no es solo un asunto privado.
Coste hundido
Consiste en justificar una práctica solo porque ya se ha invertido mucho en ella.
Ejemplo: “Ya tenemos toda una industria ganadera, no podemos dejarla ahora.”
Pero haber invertido mucho en algo no lo hace correcto.
Pendiente resbaladiza
Se rechaza una idea porque “llevaría a un desastre”, sin pruebas reales.
Ejemplo: “Si todos fueran veganos, se extinguirían las vacas.”
Este tipo de razonamientos exageran las consecuencias para evitar el tema real.
Argumentos Ad Hoc
Cuando se inventa una explicación para salvar un argumento en peligro.
Ejemplo:
Vegana: – “Los animales sufren en la industria lechera.” –
No vegana: – “Ah, pero las vacas disfrutan dar leche, es natural.” –
Esto no responde con datos reales, sino con una excusa inventada para sostener la creencia.
“Cuento chino” / Falacia de saturación (Snow Job)
Lanzar montones de datos irrelevantes para confundir y distraer.
Ejemplo: “Pero es que en la Edad Media, las plantas medicinales, los rituales agrícolas, el rol de la luna…”
Todo eso puede sonar interesante, pero no tiene relación con si hoy es justo o no usar animales.
Apelar a la tradición
“Siempre se ha hecho así” no es un argumento.
Que algo sea antiguo no lo hace correcto. Al igual que sucede con injusticias humanas.
Falsa equivalencia moral
Comparar cosas que no son equivalentes.
Ejemplo: “Tú también matas plantas al comer lechuga.”
Pero hay una diferencia fundamental: las plantas no sienten dolor, los animales sí. No todo ser vivo es igual.
Hombre de paja (Strawman)
Consiste en tergiversar lo que alguien dijo para hacerlo más fácil de atacar.
Ejemplo:
Vegana: – “No deberíamos usar animales como comida.” –
No vegana: – “Ah, entonces según tú, deberíamos liberar a todos los animales y que vivan en departamentos.” –
La vegana no dijo eso. Se exagera su posición para ridiculizarla.
¿Qué hacer cuando detectamos una falacia?
Reconocer una falacia es importante, pero también lo es saber cómo actuar cuando nos encontramos con una. Aquí van algunas estrategias que pueden ayudarte:
1. No busques humillar, busca dialogar
Si la otra persona está abierta al diálogo, puedes señalar la falacia con amabilidad, y sin ponerla a la defensiva. Por ejemplo:
“Entiendo tu punto, y en parte puede tener algo de razón, pero creo que hay un error en la lógica: que alguien sea de ciudad no significa que no pueda conocer la realidad del campo.”
Así estás reconociendo lo que puede ser válido, pero al mismo tiempo corrigiendo el error sin confrontar bruscamente.
2. No todo merece una respuesta
Si notas que la otra persona solo quiere ganar el debate, o si está claramente cerrada al diálogo, no estás obligada a quedarte en la conversación. Detectar una falacia te permite darte cuenta de que el debate no es constructivo, y es totalmente válido retirarte o cambiar de tema. Puedes decir:
“Creo que estamos viendo esto desde lugares muy distintos. Si en algún momento te interesa hablarlo desde otro enfoque, estaré feliz de retomarlo.”
3. No necesitas convencer en el momento
A veces, solo basta con sembrar una duda o una pregunta. Las personas no siempre cambian de opinión en el acto, pero una pregunta bien planteada puede quedarse resonando. Ejemplo de respuesta:
“¿Crees que es justo comparar a una planta con un animal, sabiendo que uno posee consciencia y el otro no?”
4. Sé paciente contigo también
Todas podemos cometer errores al argumentar. No se trata de ganar, ni de ser perfectas, sino de buscar la coherencia, aprender y mejorar.
Reconocer falacias no es solo un ejercicio mental: es una herramienta ética. Nos ayuda a pensar mejor, a dialogar con más respeto y a defender nuestras ideas con claridad.
En temas como el veganismo, donde entran en juego emociones, costumbres y valores, ser lógicas no significa ser frías, sino ser justas y coherentes.
Discutir sin falacias es una forma de respetar no solo a los animales, sino también a quienes piensan diferente, y a nosotras mismas.
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